sábado, 7 de marzo de 2009

Basado en Experiencias Reales Futuras


- ¿Nueve años de experiencia universitaria? ¿Qué broma es ésta? Jovencito, espero que sepa dónde está la puerta lo suficientemente bien como para cerrarla por fuera y mantenerse a más de cien metros de ella durante el resto de sus días. ¿De verdad cree que me puedo permitir perder el tiempo con un holgazán como usted? Márchese, por favor.


Me habían rechazado de mil maneras distintas en cien tipos de entrevistas diferentes, pero nunca de forma tan certera y ácida. ¿Qué tenía de malo haber dosificado mi dedicación a una carrera de una manera...digamos...atípica? ¿Estaba mejor preparado un estudiante que había finalizado sus estudios en los cinco años “estrictamente necesarios” para una licenciatura? ¿Era mi título menos válido por haber tardado más en obtenerlo? La verdad es que estas preguntas me rondaron por la cabeza durante aproximadamente dos segundos, ya que enseguida me acordé de que ni siquiera quería trabajar para alguien que tuviese la mente tan atrapada en el tiempo como aquel orangután con su nombre escrito en el cristal de una puerta.


Salí de aquella oficina que olía a muerto viviente y me dirigí a mi piso de 30 centímetros cuadrados, no sin antes pasar por el chino de la esquina a comprarme unas chucherías.


Besitos, aritos, ositos, ladrillos…no, ladrillos no, que están más duros que los de verdad. A ver, qué más…un súper boom, una bolsa de pipas peladas…


- Ochenta y sinco séntimo.


Le di el dinero al sonriente dependiente y luego cogí tres chicles. Se los enseñé en señal de “No me devuelvas el cambio", y él me sonrió una vez más, con esa boca que parecía que tenía más dientes que una bolsa de ajos.


(Continuará…)


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